Un lunar
que es el punto y a parte
entre su boca
y su nariz fina.
Dos ojos chiquitos,
negros,
que vieron casi todo.
Algunos arroyos de vida
le dan caudal a su sonrisa
insinuante.
El perfume
y su peinado altanero
levantan una muralla
y la veo más lejos.
Pero cuando habla,
el tono de su voz,
áspero,
cuenta su historia:
de amores y de estrellas
de camas y de cigarrillos
de hijos y de ex-maridos.
El movimiento,
sísmico,
de su vaso de wisky
cuenta que la ruta recorrida
a dejado su rastro,
su marca,
su paso.
Los montes desnudos
en su pecho de madre
aullan de noche,
me llaman,
y yo voy a a ir.
viernes, 20 de noviembre de 2009
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me encanto
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