viernes, 20 de noviembre de 2009

Vetarana

Un lunar

que es el punto y a parte

entre su boca

y su nariz fina.



Dos ojos chiquitos,

negros,

que vieron casi todo.



Algunos arroyos de vida

le dan caudal a su sonrisa

insinuante.


El perfume

y su peinado altanero

levantan una muralla

y la veo más lejos.



Pero cuando habla,

el tono de su voz,

áspero,

cuenta su historia:

de amores y de estrellas

de camas y de cigarrillos

de hijos y de ex-maridos.



El movimiento,

sísmico,

de su vaso de wisky

cuenta que la ruta recorrida

a dejado su rastro,

su marca,

su paso.



Los montes desnudos

en su pecho de madre

aullan de noche,

me llaman,

y yo voy a a ir.

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